sábado, 28 de mayo de 2016

Fuguet. El eterno adolescente soy yo.

Hoy por hoy leer Fuguet es también sinónimo de salir del closet. Como si por ser un hombre heterosexual estuviera prohibido leer autores gay, o peor, derechamente mujeres. ¿Porque no pasa lo mismo con Lemebel? Si voy leyendo a Lemebel en el metro es muy probable que no gane ninguna mirada acusadora, pero tampoco me voy a ganar miradas cómplices o coquetas. Si voy leyendo “Sudor” de cada 10 miradas que me llevo 5 son de vergüenza ajena, 2 de asco, 2 de rabia y la restante es una mirada coquetona y, seamos honestos, ego es ego. No me importa de quien viene la mirada. Yo sé quién soy, y el ego igual sube como la espuma.



Primer encuentro.

Abril 1993.

       Corrían los primeros meses de 1993.  Partía mi aventura en la enseñanza media en el primero “B” del colegio Exclesior de Santiago (siempre fui en el Excelsior así que no es la gran cosa). Los dos años anteriores me los había pasado tratando de cambiar, mejor dicho de esconder, mi apariencia Nerd.  Fracase.
       
          Estaba totalmente decidido a que mi paso por la enseñanza media fuera más cercano a Zack Morris que a Screech los personajes de Saved by the bell. Sin pensarlo me convertí en otra cosa, como diría Cantinflas no fui "ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario".
    
        Me transforme en un animal de biblioteca. Pasaba la mayor parte de mi tiempo leyendo, durmiendo, soñando, escondiéndome de las clases de educación física, realmente escondiéndome de todo.

             Fue en ese contexto y casualmente que leí a Fuguet por primera vez.
     
        Antes de ese punto solo había leído la lectura obligatoria, Papelucho, muchos comic y todo, o casi todo, Julio Verne. También llevaba un tiempo leyendo diariamente La Tercera y Las ultimas noticias (muy distintas a lo que son hoy) y en especial y con una devoción que rayaba en lo religioso, un suplemento que salía los viernes en el Mercurio; La zona de contacto.
      
      Alejandro Lira. Profesor de historia devenido en bibliotecario me recomendó que leyera una antología de cuentos que estaba recién llegada. Su titulo Cuentos con Walkman.

          Uno de los antólogos era un tal Alejandro Fuguet. Los cuentos estaban sacados de la Zona de contacto y muchos de los que firmaban eran  participantes de los talleres literarios que el suplemento realizo.
        
           Éxtasis.

        En tres días ya había leído cuentos… y cargaba en mi mochila la novela “Mala  Onda” y otro libro de cuentos de Fuguet, “Sobredosis”.

         Uno de los mejores personajes de Mala Onda, es el “gran Alejandro Paz de Chile”. ¿Porqué creo que es uno de los mejores? Bueno uno de mis mejores amigos de ese entonces y hasta el día de hoy es Eugenio Ariel Paz y, como es lógico, para mí se transformó casi inmediatamente en el “Gran Ariel Paz de Chile”.

          Lo de sobredosis es tragicómico. Hace una año más o menos en un posteo en Facebook en el que recordaba los noventas y a Fuguet, un ex compañero de la enseñanza media, que hoy alcanza el éxito como profesor titular de letras en la PUC, comento que fue acusado del robo de una de las copias de Sobredosis de la Biblioteca del Excelsior. Lo confesé ese día y lo vuelvo hacer hoy. Yo tengo dicha copia. Se la preste a mi hija mayor. La leyó. No pienso devolverla. La multa debe ser muy alta.

Segundo encuentro.

1996 o 97. No recuerdo el mes.

           Ya no tenía acceso a la biblioteca del escolar. Había leído toda la obra de Fuguet, que para ese entonces no era muy amplia. Me vi obligado a comprar “Tinta Roja” fue el primer libro que compre con mi propio dinero.

          Solo recuerdo que era otoño pero hacia un frío de invierno. Fuguet iría a firmar su obra a Maipú (es posible). El lugar elegido no era la Biblioteca municipal, algún colegio, o la casa de la cultura. No. Las firmas las iba hacer en el Blockbuster de pajaritos ( hoy me parece tan obvio). Paradero 21 y medio a dos cuadras de la plaza, la pileta y su árbol de más de 200 años.

            Llegue antes porque pensé que él podía llegar temprano. La verdad es que llegue adelantado porque justo a la hora que Fuguet iba a estar firmando me tenía que juntar con Carla (Algunos nombres han sido cambiado para proteger la identidad de los verdaderos protagonistas), quien por aquel entonces era el objeto de todos mis afectos. 

         Le deje mi copia de Tinta roja a la jefa de local del Blockbuster, la que por cierto pude haber convertido también el objeto de mi afecto. Al día siguiente fui a buscar mi libro firmado.

             Nunca voy a saber si Fuguet firmo ese libro, o si lo hizo algún jovencito de no más de veinte años que creía que por trabajar en un vídeo club terminaría convertido en productor, director o guionista de sus propias películas. ¿Dónde leí algo así?

            Ahora, si Fuguet realmente firmo ese libro, nunca sabré como fue nuestro encuentro. Le habré dicho – hola he leído todo lo que has escrito- o me quede mudo sin decir palabra. Quizá le hubiese pasado una hoja con uno de los cuentos que por ese entonces escribía (cuentos que eran tan o más malos que las miserables entradas de este blog tardío) él lo hubiese leído. Se hubiese enamorado de mi inocencia y mi look que por ese entonces era “Britpop” pero de la clase más obrera de Manchester. Yo no lo hubiese correspondido, y me odiaría y ahora yo sería Renzo.  Quizás me hubiese mirado asqueado y yo habría pensado "que se cree este roto tirado a cuico" y nunca más hubiese leído un libro suyo y mucho menos visto una de sus películas. Bueno no lo sé. Solo sé, que no sé, si la firma en mi copia de Tinta Roja es suya. Nunca lo voy a saber. Perdí dicha copia.

Decepción 1.

Año 2001.

               Estudiaba periodismo en la Academia de Humanismo cristiano. Lo voy hacer fácil. El solo decir Fuguet era igual al destierro. Odio, envidia, que se yo. Por un año, mismo año que duro mi aventura en esa carrera y universidad, lo borre totalmente de mis autores (que no eran muchos), mis recuerdos, de todo. Más adelante me di cuenta que era así en casi todos lados. El intelectual lo detesta. El red set lo encuentra cuico. La crítica lo acusa de banal,  agringado, vendido, falso y mucho más.

              La verdad es que es probable que Fuguet sea todo eso y más. Pero una cosa no es; No es engrupido, y no existe nada peor que un autor que crea que su obra es más importante que la vida misma y que con su prosa va cambiar la literatura, el arte, el mundo, todo.

Decepción 2.

         Deje claro que leer Fuguet era el exilio en las universidades privadas de izquierda (si, así como lo lee. Exilio, universidades privadas e izquierda en la misma frase) ademas es acusarse de ligth, poco culto, banal. Hoy por hoy leer Fuguet es también sinónimo de salir del closet. Como si por ser un hombre heterosexual estuviera prohibido leer autores gay, o peor, derechamente mujeres. ¿Porque no pasa lo mismo con Lemebel? Si voy leyendo a Lemebel en el metro es muy probable que no gane ninguna mirada acusadora, pero tampoco me voy a ganar miradas cómplices o coquetas. Si voy leyendo “Sudor” de cada 10 miradas que me llevo 5 son de vergüenza ajena, 2 de asco, 2 de rabia y la restante es una mirada coquetona y, seamos honestos,  ego es ego. No me importa de quien viene la mirada. Yo sé quién soy y el ego igual sube como la espuma.

        Descubrí esto en una micro enana en el litoral central hace como 15 años. Con mi grupo de amigos de aquel entonces nos fuimos a Loncura a filmar un corto. Loncura es una playa asquerosa y, filmar un corto, es una frese demasiado pretenciosa.

           Le robaba unas pulseras de Acrílico muy retro para esos días a mi amiga Andy (si. Es Andy como amigo, pero es amiga) se las quitaba me las ponía y le decía casi gritando que una lesbiana no podía usar pulseras tan bonitas. La Andy no es lesbiana y yo no soy gay, pero las miradas que nos ganábamos con eso juegos ridículos llenaban el ego de atención.

          Tengo amigos que se sienten asqueados si un hombre los mira mucho. Yo no. Si alguien me ve porque me encuentra lindo, bello, atractivo deseable o incluso feo, asqueroso, cerdo, infumable, no es que no me importe, pero claramente no va cambiar la percepción que yo tengo sobre mi persona. Y no me vengan con cuentos. Es rico sentirse deseado, admirado, valorado. Te da una sensación de poder.

              Ya. Pero estoy divagando y desviándome mucho del título de la entrada.

           Leer a Fuguet es para la gran mayoría, dárselas de culto cuando solo estás leyendo cultura pop y basura (existe algo más importante que la cultura pop). En otras palabras leer a Fuguet es ser engrupido. La único de la que yo lo absuelvo.

            La cosa es que yo si me engrupí. Después de Missing (una investigación) no lo leí más. Estudiaba Bibliotecología. Como va ser posible que un culto bibliotecario lea a Fuguet. La lapida la puso Aeropuertos. No pude pasar de la página 12.


El imperio contraataca.

         En mi último semestre de técnico en bibliotecología (dejémoslo claro para que no salte el colegio de bibliotecarios) en la cátedra de literatura teníamos que hacer un ensayo y una exposición de algún autor iberoamericano. Trabajo grupal. Antes que me lo pregunten debo decir que este tipos de trabajos son los que se hacen hoy en la educación superior en Chile y claramente eso explica muchas cosas.

       Propuse Fuguet. Antes que terminara de decir Alberto ya mis compañeritos lo habían desechado. Mi profesora era una veinteañera hipster artesa recién titulada de Literatura de la Chile. Busque en ella el apoyo para enfrentar a mis compañeros pero la humillación fue peor.

         Mientras todo el grupo curso preparaba material del Vargas Llosa, Sabato, García Lorca, Rulfo etc. Autores notables por si mismos, para que seguir hablando de ellos. Yo preparaba mi contraataque. Les preste a mis compañeros, de mi colección personal, un par de libros de un tal Ray Loriga, autor que mi súper profesora de literatura ignoraba.

      En fin. En este lado del mundo es casi imposible no hablar de Loriga y terminar hablando de Fuguet. Fue la exposición más discutida. Por el desconocimiento de Loriga, por lo prejuicios de la Mayoría, por un compañerito que comparo a Loriga y Fuguet con la generación Beat pero rasca (así lo definió el) hablamos de cine, cultura pop, realismo mágico, Andrés Caicedo, escritores malditos y malditos escritores, suicidio, vida, y muchas otras cosas, tantas que puede ser que invente la mitad solo porque deseaba que fuera así.

Redención.

Mayo 2016.

          Como cada medio día al llegar a mi puesto de trabajo como asistente en la Biblioteca del campus San Joaquín de la PUC, abrí mi correo institucional. Mi reserva de “Sudor” de Alberto Fuguet ya había llegado.

          Bajé al mesón de préstamo y se lo pedí a mi colega Alondra.

          Alondra es una chica divertida pero algo extraña. Sabe de todo un poco, pero a la vez no sabe mucho de ninguna cosas. Una vez me buscaba urgente, por toda la biblioteca y el campus, para preguntarme si Star wars se dividía por capítulos, volumen o episodios. Hoy cuando me presto el libro tuvimos una pequeña conversación:

-Tienes dos préstamos vencidos…
-Sorry Alondra. Cambiales la fecha y préstame el libro.
-¿Y qué pediste?
- ….
-Así que Fuguet.
-Si. Es que – mi cara se descompuso y me entraron todas las excusas que inventen en la Academia de humanismo cristiano para justificar  que leía a Fuguet- quería leer algo livian…
-Tranquilo. No tienes que explicarme nada. Eres un chico noventero.
- ….
-Yo también lo soy.
-¿un chico o noventero? – Mi sentido del humor ridículo y torpe- te estoy leseando.
-Jajajajaja noventera po. ¿Supongo que leías la Zona?
-¿De contacto? Por supuesto. Todavía tengo algunas guardadas entre mis recuerdos.
-Mi mamá me las boto todas. Buenos recuerdos de  Fuguet. Después me cuentas como es.
                                                   -Te lo aseguro. Chica noventera.

         Me despedí y Salí con la sensación de que no estaba del todo solo. Que en los extraños o aburridos años noventa, muchos sentimos que un tipo que de seguro no quería ser la voz de una generación se había convertido en el idioma de la misma.

          Es verdad que para muchos Fuguet es un autor menor. Acusado de escribir siempre lo mismo. De repetir una y otra vez la vida de Matías Vicuña. De ser un eterno adolescente.

         Cuando bordeas los 40 te comienzas a sentir chato, vacío, incompleto. Un día quieres dejarlo todo; al rato quieres permanecer inmóvil, estático, quieto, por siempre. Sientes que vas a explotar. EL trabajo, deudas, hijos, responsabilidades, enfermedades etc. Estas cansado. Vas a colapsar. Te sube la presión, engordas, ya no te queda la ropa que amas. Cambias Zara por el líder y te compras parcas North face “alternativas” (eufemismo de pirata) en el persa.

          Pero como para todo en la vida existen dos caminos. Puedes huir y dejar todo atrás con todo lo que ese acarrea y puede o no llegar a doler. O puedes buscar válvulas de escape.

         Por eso una lee, va al cine, ve series, se subscribe a netflix, te compras ropa, sales a caminar solo por el centro, Providencia, Lastarria. Vas al GAM, al centro cultural palacio de la  Moneda. Te sientes un poco niño, adolescente, con ganas otra vez. Son válvulas, mis válvulas de escape, y aunque si leyera esto lo odiaría, Fuguet es una de mis más queridas escapatorias.

          Me conecta con la adolescencia, el colegio, los amigos. Con Paz, Opazo la Andy y muchos mas. Me saca. Me borra. Me evade. Funciona como una droga, es más, ahora que se me acabo el antidepresivo, “sudor” lo ha reemplazado muy bien.

           ¿Es tonto todo esto? Si. ¿Ridículo? Claramente. ¿Mediocre? Porque no.

          Es mi problema. Mi manera. Algunos son infieles, tiran unos con otros y otras,  fuman hierba, hacen running, etc. Yo leo Fuguet. Puede ser tonto, pero es lo que es. Fue mi adolescencia, mis fracasos y mi adultez. Ustedes pueden seguir sintiéndose más cultos. Mejores. Por mi parte yo seré feliz leyendo como que tengo 15 años.

          Ayer me llego un nuevo correo. La copia de "sudor" ha sido reservada por otro usuario. Tengo hasta el seis de junio. ¿sera otro noventero?






5 comentarios:

  1. No podía dejar de comentar, es que Fuguet !!! Voy a ir por puntos:
    1- Me reí mucho con lo de la clase de Ed. física porque me pasaba lo mismo, quizás esa sea una de las causas de la famosa hipertensión que llevamos a cuestas jajajaja
    2- Respecto al libro que tomaste prestado de la biblioteca escolar, me acordé de Homero Simpson...
    3- Me he sentido discriminada por leer a Fuguet. Cuando estudiaba Lenguaje llevé un día un libro de él y uno de mis profesores me miró súper feo, pero yo defendí mi lectura y lo defendí a él porque soy una Fuguet lover. Supe de su existencia en cuarto medio cuando debí leer Mala Onda y desde entonces no he dejado de leerlo (tengo la colección completa) y siempre siento que hay un personaje que se parece a mí. No sé si te pasa.
    4- También estoy leyendo Sudor, aunque no he vivido la experiencia del transporte público, pero seguramente no me mirarían raro, como soy mujer... Hasta el momento me ha encantado el libro, además que hago el link de Alejo Cortés con Invierno ¿la viste?.
    5- Me siento contenta de saber que hay mas gente que lee a Fuguet y lo reconoce, porque es difícil encontrar a alguien que públicamente diga "Sí, leo a Fuguet".

    Buena columna !!!

    Saludines :)

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  2. Había olvidado aquel incidente de la pulsera, esa micro enana, Loncura!!!!
    Me reí mucho al leerte, es que casi creo escucharte...
    Me declaro ignorante en cuanto a Fuguet, solo leí un par de libros de su autoria, no es mi favorito, pero tampoco terrible... Creo q fue una moda criticarlo y en eso se quedó mucha gente.
    Espero mas columnas!
    No seré una fans de Fuguet, pero si de tus reflexiones y la forma en que las narras.

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